martes, 13 de diciembre de 2011
Martes, 6 de diciembre de 2011
Hoy hemos naufragado los cuatro juntos en un mar de lágrimas y nervios especiados. Con el adiós de Apollinaire como único bote salvavidas. Inconveniente: sólo cabíamos tres.
Alguien ha decidido no montarse por salvar a otros.
Alguien ha recurrido a la química.
Alguien se ha aferrado a sus bolsillos.
Alguien ha construido barquitos de papel y los ha puesto a navegar en el Sena.
Domingo, 4 de diciembre de 2011
Son la seis de la tarde en esta ciudad gris pero elegante. Mis padres y mi hermana han salido a pasear por las gélidas calles. Yo, en cambio, he preferido quedarme en el apartamento a descansar de la caminata de esta mañana. Entiendo que algunos consideren un sacrilegio el haberme privado de ver ‘Paris, la nuit’. Pero el caso es que es todo un privilegio poder quedarse en una buhardilla en el Marais, tumbada en una cama gigante, con buena música y sabiendo que detrás de los cristales bulle una ciudad llena de clichés y de la lluvia que tanto agradezco a estas horas de la tarde.
Sepultada bajo tres edredones de plumas, me entretengo imaginando lo que harán las parejas bohemias parisinas, cogidas por los bolsillos de sus abrigos de paño, con las orejas calientes dentro de la boina. Suena tópico pero a mí, a diferencia de muchos, me entusiasma el cliché de la vida bohemia. Por ello no dejaré de pasearme por Montmarte y la Latina, reviviendo historias de grandes genios de las artes que una vez soñaron allí. No siento en absoluto que esté desperdiciando la tarde por quedarme en este estudio de escasos metros cuadrados que se me antoja de lo más acogedor. Al contrario, entre estas cuatro paredes y enterrada bajo una docena de cojines, me siento casi tan segura como en mi verdadera cáscara de nuez. Además estoy en muy buena compañía:
· Lili y Peter, que han venido a verme desde Berlín
· Un acordeón, viejo conocido
· Unas cuantas voces llorosas
· Las palabras de Clara, la Bohemia que hoy se ha metido dentro de mi cuerpo para darme lecciones de piel humana y de pájaros que revolotean ansiosos por salir de nuestras cabezas (clareidoscopique.blogspot.com)
Aquí, resguardada de un mundo que me aterra, me sobrevienen otros temores que, quizás, resulten más dañinos que los miedos reales. Miedo de que llegue el día en que la tinta se seque y el agua no siga corriendo. Miedo de que la tecnología devore tradiciones tan preciadas para mí como los libros de papel. Terror de que los trenes vayan tan extremadamente rápido que me pierda todo lo que separa dos puntos y sólo quede un punto de partida y un destino.
Hay gente que no soporta las medias tintas. Yo no. Yo quiero saber qué es lo que vibra entre la mayúscula y el punto final. Quiero comas, puntos suspensivos, muchos “y” y más interrogantes que puedan resolverse entre dos marcas concretas.
¿Qué relación tendrá esto con París?, pensará quien lea esto (si es que alguien lo lee). Bien, resulta que París también tiene su mayúscula y su punto final. Pero yo quiero ver qué es lo que se cuece entre la Tour Eiffel y los Champs-Élysées. Quiero esconderme en todas las callejuelas que serpean la ciudad. Quiero contar las pecas de cada francés que se acurruca en los cafés de las esquinas, con los vaqueros remangados y los ojos chispeantes. Quiero chuparme los dedos con cada crêpe que engulla en los puestos más recónditos de los barrios menos frecuentados. Quiero inmortalizar cada abrazo, cada cogida de manos, cada vuelo de los pájaros. Quiero que París me cuente su historia. Entera. Entre la P y la S, pasando por todo lo que entre esas dos letras hierve de vida.
Sábado, 3 de diciembre de 2011
Como de costumbre, siento la necesidad de relatar mis travesías. Especialmente ésta por ser mi primer viaje como la más vagabunda. Clara Supertramp.
He tenido la suerte de que mi primer destino sea París, la ciudad en la que Amélie sueña cada día con hundir la mano en los sacos de legumbre, tirar piedras al canal y contar el número de parejas que están teniendo un orgasmo.
Visto así puede sonar idílico. No digo que no lo sea. Al contrario, estoy impaciente por pedirme una crêpe de azúcar, limón y canela en el Café des Deux Moulins. Pero hay un inconveniente de considerables proporciones para mí: París está a unos 1000 km de mi cáscara de nuez y para llegar hay que tomar un avión. Uno de esos descomunales pájaros de hierro que no me inspiran seguridad alguna. Si pudiera iría en tren, pero en cambio estoy aquí sentada (por llamar de alguna manera a la posición que he escogido tras muchas vueltas y muchas patadas a Madre Señorona). Con mi corazón del verrés en un puño.
Menos mal que es de noche y no puedo ver si seguimos suspendidos en el aire.
Menos mal que tengo a mi madre al lado para entretenerme.
Afortunadamente este avión apenas ruge y no se tambalea en absoluto. Pero no deja de ser un pasillo claustrofóbico con demasiadas personas abandonadas a su suerte. (O a la competencia de la tripulación, según se mire.)
Yo, como siempre, me abandono a las historias de los libros y a la tinta de este bolígrafo nuevo.
jueves, 8 de diciembre de 2011
Madame Dédie, je vous nomme mère de toutes les femmes de ma vie. De toutes celles qui habitent déjà à l'intérieur de ma poitrine et de toutes celles qui feront le chemin de ma tête à mon nombril.
Mme. Dédie, je vous prie de bien les garder et de les guider dans les ténèbres de mes rêves.
Mme. Dédie, je vous supplie de les nourrir avec toute la tendresse que moi je ne peux pas leur offrir.
Mme. Dédie, habillez-les d'une armure inébranlable pour qu'elles puissent supporter toutes les expériences que j'écrirai pour chacune d'elles.
Madame Dédie, aimez-les.
[Señora Dédie, la nombro madre de todas las mujeres de mi vida. De todas las que habitan dentro de mi pecho y de todas las que harán el camino de mi cabeza a mi ombligo.
Señora Dédie, le ruego que las cuide bien y que las guíe en las tinieblas de mis sueños.
Señora Dédie, le suplico que las alimente con todo el cariño que yo no puedo porporcionarles.
Señora Dédie, vístalas con una armadura inquebrantable para que puedan soportar todas las experiencias que escribiré para cada una de ellas.
Señora Dédie, quiéralas.}
domingo, 4 de diciembre de 2011
Tears and fears and feeling proud.
Recuerdo cuando vi la película “Princesas”. Recuerdo lo que a Lola y a mí nos recorrió el espinazo cuando una de esas princesas confesó que sentía nostalgia de lo que todavía no le había sucedido. A mí me pasa lo mismo desde hace unos meses. Desde que el frío vino a instalarse en mi clavícula. Siento nostalgia de todo lo que me muero por hacer en los años venideros. Echo de menos perderme por el mundo. Echo de menos que nieve en Londres. Echo de menos una cerveza negra en un bar de Estados Unidos, con una banda de las de verdad tocando a escasos centímetros de mis pies. Echo de menos una vida en algún lugar que pueda sentir mío. Echo de menos un nosotros, aunque parezca mentira con lo fría y solitaria que puedo resultar a quienes no me conocen, y a quienes sí también. Siento nostalgia de que un tú venga para quedarse y anidar en el hueco de mis caderas, bajo un edredón que cosamos a palabras de aliento y a aliento de palabras. Siento nostalgia de ser algo mayor y poder colgarme de tu cuello para poder disfrutar de los silencios cargados de electricidad. En cambio, tengo que conformarme con ser una adolescente recién estrenada y sentarme en tu regazo esperando que no me eches y poder enredarme en tus discursos de adulto recién salido del horno.
Clara, vete a dormir que ya te pones ñoña y no es tu estilo para nada.
It's life's and love's illusions I recall,
I really don't know life or love at all.
miércoles, 30 de noviembre de 2011
Conversaciones telefónicas.
[...]
- Llevo quince días en la cama con Vértigo.
- Vaya... Te llamaré la semana que viene, entonces. ¿Te ha visto un médico?
- Me refiero a ella, a Vértigo.
- ... Entiendo. No volveré a llamar. Aprovéchala, es mejor que las tormentas.
domingo, 27 de noviembre de 2011
Hacía tiempo que quería hablar del llanto de mi hermana. En realidad, del momento previo a su llanto. Es un fenómeno extraño. Sé cuándo mi hermana va a romper a llorar porque unos segundos antes en su cara se dibuja una sonrisa infinitamente grande, eterna, un gesto infantil casi. Entonces, cuando parece que esa sonrisa va a instalarse en su simétrico rostro de por vida, algo se quiebra y se desata la tempestad que nadie esperaba.
Es algo parecido a lo que ocurre con las gomas elásticas con las que se atan los manojos de puerros. Esas gomas parecen no acabar nunca de estirarse, hasta que terminan por romperse y liberan toda la tensión que han acumulado echando a volar y descargando un inesperado latigazo.
Con mi hermana pasa lo mismo, sólo que ella avisa con esa sonrisa enternecedora que segundos después se deshace en lágrimas.
A este cuaderno le quedan pocas hojas por rellenar. En cambio el cuaderno de mi vida está vacío y empapado por culpa de las tormentas. Hojas vírgenes de color hueso chorreantes de odio y desesperación.
Así que he decidido poner punto y final a estos meses de naufragio en mares a base de lágrimas, porque los barquitos de papel no aguantan mi peso y mi madre se cansa de llevar el timón.
De modo que a partir de ahora borrón y cuenta nueva. Aunque en mi siguiente travesía me acompañarán los de siempre, por supuesto. Pero más sonrientes.
Quien quiera participar en este viaje, que firme un poco más abajo y ponga sus datos.
Gracias.
Así que he decidido poner punto y final a estos meses de naufragio en mares a base de lágrimas, porque los barquitos de papel no aguantan mi peso y mi madre se cansa de llevar el timón.
De modo que a partir de ahora borrón y cuenta nueva. Aunque en mi siguiente travesía me acompañarán los de siempre, por supuesto. Pero más sonrientes.
Quien quiera participar en este viaje, que firme un poco más abajo y ponga sus datos.
Gracias.
Miau.
viernes, 25 de noviembre de 2011
domingo, 20 de noviembre de 2011
Supertramp.
No hago nada productivo desde hace una hora. Por lo menos productivo para mi vida académica.
Me limito a pensar en las cosas que de verdad tienen valor para alguien como yo: un viaje a ninguna parte como la más vagabunda de todas, como Alex Supertramp, como lo que soy, un alma perdida más en un mundo cada vez más dormido, pero cada vez menos soñador.
Firmaría ahora mismo para irme a recorrer Estados Unidos con el pulgar levantado esperando que otro vagabundo me recoja y me acepte como compañera de un viaje del que no espero nada sino que sea un recorrido por lo que todavía puede seguir calificándose de LIBRE.
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| Clara dentro de unos años. |
viernes, 4 de noviembre de 2011
C L A R A
Lo que mejor me describe es un párrafo sin orden ni concierto, los gatos negros en noches de tormenta eléctrica, las cucharillas de helado en la boca o en una tarrina de helado de regaliz de la heladería que en un futuro heredaré. Bailar y teatrear, que, al fin y al cabo, son una misma cosa; fotografiar en blanco y negro y vivir en blanco y negro, con algún color de vez en cuando, rojo amapola en mis labios de piquito, o marrón castaña en las botas que siempre calzo. Las obsesiones. Obsesión por los zapatos, obsesión por el pelo corto y oscuro, obsesión por los ojos, obsesión por las personas zurdas, por los nombres, por las fechas, por las margaritas, por los girasoles, por noviembre, por la lluvia, por el frío, por el trece, por el doce. Obsesiones porque sí y obsesiones porque no. Obsesión por las mujeres, por Almudena, por Rosa, por Lizzie, por Amélie, por Jenny, por Lulú, por Maitena, por Lourdes, por Annie H., por Matilde, por mamá… Por las que viven dentro de mí, Sabina, Iria, Luna, Vértigo, Dorian y tantas otras más...Y obsesión por algunos varones, por Supertramp, por Yann, por Eddie, por Jack, por Holden, por Johnny, por Astor. De todos los colores y de todas las formas. De todos los tejidos y de cualquier procedencia, aunque mejor de un lugar en el que se pueda soñar con libertad y vivir con imaginación. De un mundo en el que quepan ladrillos rojos, ventanales enormes, mares salados, y dulces, y lunas de cuento, abrazos de oso, besos de película, manos huesudas, ríos de tinta, hojas en blanco, renglones torcidos, músicas independientes, respiraciones agitadas, jadeos, latidos, mordiscos, caricias, un tú, un yo; y ,¿por qué no?, un nosotros; un ahora, un futuro, muchos desayunos, sábanas revueltas, calientes, húmedas, ovillos de lana mojada, jerseys muy viejos, pantalones muy altos, cantidades industriales de vestidos con vuelo, de encaje, de negro, con manga francesa y espalda de bailarina, sin mucho tacón, mejor descalzos. Y barcos de papel, muchos barcos de papel. Y de cáscara de nuez.
jueves, 20 de octubre de 2011
Estoy segura de que no soy la primera que se ha parado a pensar por qué se llama OJO DE LA TORMENTA al lugar en el que se crea el brillante espectáculo de luces y agua que tanto me fascina. Puestos a comparar dicho lugar con una parte del cuerpo humano, me pregunto por qué no llamarlo “corazón de la tormenta”. Sería lo más lógico teniendo en cuenta nuestra anatomía; aunque claro, es verdad que en las fotos de los satélites el origen de las tormentas aparece como una ameba de forma redondeada, como los ojos. Pero aún así, a veces me da por pensar en la relación que guardan las cosas con la manera en que las llamamos.
Yo soy como las tormentas, o eso dice mi padre. Y mi fábrica de relámpagos particular es una pupila de diámetro medio, color chocolate negro 87% de cacao y 2.5 dioptrías. Soy una tormenta miope que llueve mares salados con cada marea de Luna, mi compañera insomne preferida. Por eso me gusta que se llame OJO DE LA TORMENTA. Y porque una vez alguien me dijo (o tal vez lo soñé) que tenía ojos tormentosos. Además, y esto es verdad (o eso creo) hace poco me avisaron de que tenía el corazón del verrés, así que mejor me fío de mis “luceros” y sigo encharcando mundos para navegarlos con mis barquitos de papel, y de cáscara de nuez.
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