sábado, 28 de enero de 2012

MY NAME IS TREASON.

Hace un rato que estoy pensando en los siete pecados capitales y no consigo recordar si la traición es uno de ellos. Sería fácil mirarlo en internet y solucionar la duda, pero he llegado a la conclusión, tras una ducha y dos edredones, de que en mi escala de valores la traición es el pecado más grave. Y dentro de la traición, la traición a uno mismo.
¿Qué es lo que provoca que una persona “hecha” rompa todo lo que tanto tiempo le ha llevado componer?
 Los humanos nos pasamos la vida intentando encontrarnos, y es una tarea difícil; pero,  por muy perdida que esté una persona, los cimientos sobre los cuales uno empieza esa búsqueda de identidad siempre han estado  dentro de nuestros cuerpos.
Para que me entendáis mejor (o para que yo misma me entienda mejor), los humanos no venimos vacíos al mundo. No tenemos que inventarnos de cero. Somos un folio en blanco que hay que rellenar, pero ya somos ese folio, ya tenemos un soporte que, aunque frágil, constituye el punto de partida desde el que iniciaremos una interminable travesía para encontrar todo lo que al final de nuestros días compondrá nuestro retrato.
¿Por qué, entonces, querríamos destruir esos cimientos? ¿Por qué querríamos rasgar ese folio?
Lo cierto es que eso que nos empeñamos en derribar es lo único que nos pertenece desde la primera respiración y lo único que nos otorga la condición de humanos. Es una garantía que hay que guardar como oro en paño para que cuando se nos olvide lo que somos, podamos sacarla de la caja blindada y recordarnos a nosotros mismos que por muchas piezas que nos falten para llegar a ser perfectos, la esencia de dicha perfección nos pertenece por derecho.  
Tenemos el permiso para edificar, el solar para construir y unos cuantos ladrillos puestos. ¿Para qué pedir otro permiso, otro terreno y un ladrillo de otro color si estos elementos son los que hacen que seamos así y no de otra manera? ¿Qué necesidad tenemos de cambiarnos ENTEROS, si  con ello sólo conseguimos perdernos, en el sentido más peligroso de la palabra?

La traición es el pecado más grave y un billete de ida a un lugar lleno de fraudes inmobiliarios. 

lunes, 23 de enero de 2012

Es como en aquel cuento, el de la niña que se había perdido en una espiral y no encontraba la salida. ¿Sabes cuál te digo? Sí, mira, este:

"Tengo un problema: me he perdido en una espiral y no sé salir. Doy vueltas y vueltas, como cuando giraba a orillas del mar con un vestido de vuelo blanco y con puntillas. Muevo mis pies en un movimiento automático, por inercia, como cuando ando después de bajarme de un columpio. Esos momentos en los que el mundo te incita a girar y a caminar,  esos momentos del mundo del revés. Ah! Ya está, se había caído el pomo de la puerta pero ya lo he encontrado. ¡Hasta otra!"


Solo que yo no encuentro el picaporte, no lo encuentro por ninguna parte. 
¿Me lo alcanzas?

viernes, 20 de enero de 2012

(*) Quería morder un limón.

(*) Quería rociar con sal las  heridas de los demás. Y las mías. 

27. (*) Quería masticar cristales.

Báñame en tus ojos, que se joda la Luna que quiera mecerte a su antojo.

Un escalofrío y la piel de gallina. Eso es lo que me ocurre al hablar con el chico de los ojos de Mar. Hacía tiempo que no me sucedía aquello de sentir que me están acariciando el pelo sin que me toquen. Basta cruzar unas palabras con las Olas y ver cómo ondulan en las comisuras de sus besos para que se me erice el cuerpo entero y note cómo me baña en la espuma de sus pupilas dilatadas. No lo aguanto, las Mareas son cada vez más caprichosas y veo cómo se aleja el azul de la Arena dorada que tanto lo necesita para dormir. Me da miedo la Luna y sola no puedo hacer frente a su mórbida blancura. Me duele mirarla a los ojos y saber que con sus pechos de plata nos apunta a los dos, esperando que te agites a su antojo y retires tu cuerpo mojado del mío, húmedo. Me aterra, pero lo compensa ese escalofrío, esa sensación de que algo dentro de mi oído se remueve y de que mi corona brilla más mientras allí abajo, al calor de las cenizas, arden mis pies, esperando que los toques con los tuyos. 

Yo iré descalza y tú desnudo.


Bulletproof Panther.







rrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr






...ON SENTAIT EN ELLE DES SOUPLESSES FÉLINES...


   "Pour dire les plus longues phrases,
    Elle n'a pas besoin de mots."






Viens, mon beau chat, sur mon cœur amoureux;
        Retiens les griffes de ta patte,
Et laisse-moi plonger dans tes beaux yeux
        Mêlés de métal et d’agate.

Lorsque mes doigts caressent à loisir
        Ta tête et ton dos élastique,
Et que ma main s’enivre du plaisir
        De palper ton corps électrique,

Je vois ma femme en esprit ; son regard,
        Comme le tien, aimable bête,
Profond et froid, coupe et fend comme un dard,

        Et des pieds jusques à la tête,
Un air subtil, un dangereux parfum
        Nagent autour de son corps brun.






MEOW.
MIAU.


domingo, 8 de enero de 2012

Igual ayuda. Igual es verdad que lo mejor que puedo hacer para comenzar de nuevo es desnudarme entera. Empezaré deshaciéndome el moño que tanto tiempo y tantas horquillas me ha costado. Agitaré la cabeza.
Me quitaré la máscara que me tapa los ojos. Agitaré las pestañas.
Correré el rojo de mis labios.
Deslizaré los tirantes del disfraz que  tanto me pesa desde hace un tiempo.
Descubriré primero los hombros.
Las clavículas.
Los pechos.
El ombligo, y lo que hay debajo.
Agitaré las caderas.
Se me erizará el cuerpo.
Agitaré las piernas.
Sacaré los pies de las mallas que tanto me aprietan últimamente.
Me agitaré.
Desnuda. Otra vez.
Virgen. De nuevo.
Libre. Por fin.

Dispuesta a nacer una vez más.

Dos perros callejeros.


     

      Unos palillos algo más grandes que los chinos. Así empezó todo. Me hablaron de ti, te vi rodear la madera con tus manos pequeñas, te escuché sorber la vida.Vi tus zapatillas. Me confundí de cordones, hasta que me enteré de que los tuyos eran, como los míos, verde fosforito. Y de que los llevabas en el mismo sitio que yo, entre travillas y costuras. En la frontera debajo del ombligo. Te vi, muchas veces, a través de mi objetivo empañado por el sudor de los gritos. Te almacené, en un sitio privilegiado, donde yo podía verte a ti pero tú no sabías que un gato te observaba. Así cayeron las hojas, y volvieron a brotar; sopló viento, me bañé en el mar, te paseaste por los escenarios. Te cruzaste conmigo, pocas veces, pero te cruzaste conmigo. Yo me sabía todos tus nombres, todos tus números. Tú no. Vivías, sin más, con la sencillez con la que viven los que han comprendido el verdadero significado de la palabra. Vivíamos. Dejó de sonar la música. Dejaste de vivir en el mismo mundo que los demás. Cogiste la maleta y no te acordaste de la despedida en el andén. No te acordaste porque en la maleta no cabía yo. En cambio, volviste, aunque no para quedarte. Regresaste a dormirte en los brazos de la ciudad y te cruzaste conmigo. Tenía los ojos tan negros que no podías dejarme pasar porque me enredé con tus pestañas. Intentando deshacer el nudo con café, empeoraste la maraña en mi cabeza. Dos días has tardado en desordenar lo que tanto tiempo me había costado colocar. Dos lunas y una madrugada helada. No quisiste probarme, pero, para compensarlo, viniste a buscarme cuando yo te dije que el frío había podido con mis huesos. Volviste a empeorarlo todo. Los abrazos, los pies, los helados, el regaliz. Y cuando ya no quedaban billetes de vuelta, te volviste a marchar. Lloverá mucho dentro de mi estómago. Y tú no lo sabrás, Duck.

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