La pereza de los lunes, la zalamería de los jueves y el
bostezo de cada domingo por la tarde enganchadito al canto de los dientes. To run run run run run y la cuenta atrás
para tocar chufa en casa y bailar descosida en la Fokin del viernes. Y si no es
mucho pedir, enredarme en la cama con el león de peluche, y con el de verdad ya
puestos. Dos capítulos de La Regenta
y el doble de manualidades, blanco sobre blanco que me gusta más y el vídeo de
los abuelos bailando, que es lunes y me pone de buen humor, por lo menos el
rato que dura y el sabor de boca de después. Y como no quedaban frutas para
mojar en el chocolate, un trozo de pan de molde con pepitas de negro auténtico
con aceite y sal gorda, que sabe a gloria bendita y a calor en la garganta. Hoy he vuelto de la uni con muchas ganas de
llorar pero como tengo mucho trabajo he pensado que lloraría más tarde, así
que he esperado a acabar el capítulo XXI para ponerme a mojar un poco este
lunes que se deshará en agua mañana para que yo pueda concentrarme mejor por
eso de que las neuronas trabajan mejor con humedad aunque me lo acabe de
inventar. A boy’s best friend is his
mother y yo a la mía la echo de menos. Pero es lunes y mañana martes y
pasado miércoles y al otro ya es jueves y mi casa me espera, y Celia también y
Mancholas y mamá y la tata y papá y Leo y Sara y Elena. Y jo.
miércoles, 30 de octubre de 2013
lunes, 28 de octubre de 2013
martes, 15 de octubre de 2013
Confundían el amor con la
costumbre y la rutina con la confianza. Y por eso creían que se querían, que
estaban hasta las huesos el uno por el otro y que de aquí al fin del mundo y
más allá también. Circulaban por la nacional porque era más rápido, pero cada uno por su lado
encontraba atascos en las carreteras secundarias y lo que llamaban puntualidad
en realidad era prisa. No necesitaban mecánico que les arreglara pero la
carrocería estaba llena de arañazos y el chapista cobraba caro a estas alturas.
Así que preferían la comodidad a la certeza y la confusión a la verdad, porque
de verdades ya sabían lo suficiente y no les convencía lo fácil. Lo complicado
a lo seguro. No discutían, porque de mala sangre también sabían y era mejor
así, la indiferencia por la argumentación. Elegían una película pero la
televisión era testigo del aburrimiento de uno y de otro en hora punta, y
testigo también de la ausencia de uno y después del otro. Y así caían las hojas
de un calendario que compraron porque sí, porque era práctico aunque no bonito:
la funcionalidad por la emoción. Los tomates más baratos por los de mejor
sabor, el piso más viejo por el más acogedor, el vestido de su madre por el que
la enamoró en aquella tienda. La amistad por el amor. Y el amor siempre por la
vida.
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