Queda inaugurada la temporada. La de debilitarse un poquito a propósito, la de inventar escusas, inventar culpas, y acabar culpando. La temporada de que el orgullo desequilibre la balanza que nunca ha sido balanza; me la dieron defectuosa en el mercadillo de piezas. Llegué tarde al reparto de emociones y me quedé con las más ariscas. Pero eh, que cada uno tiene sus taras, unos más acusadas que otros, pero al fin y al cabo. Las segundas partes nunca fueron buenas y yo digo que quiero conocer al sangre sucia que dijo esa frase y encima pretendió tener razón; las segundas partes son tan buenas como las primeras, me niego a que Barcelona se me resista un curso más, no le sale a cuenta a mis caderas tanta humedad.

En mi nueva cama de matrimonio, con Otis Taylor y con Caetano Veloso - porque no hay que olvidar todo lo anterior - , con Hannah y su diario que no es un diario, con este blog que es un diario pero no es un diario. Y con una paciencia que aún no ha madurado, porque sólo hace dos semanas que duermo en otra habitación. En realidad soy como un girasol al que han trasplantado y que todavía tiene que echar raíces en suelo nuevo y encontrar el ángulo perfecto del sol.
Dadme tiempo, por favor.