No
me concentro porque es sábado y hace sol y hoy he leído que todo en el mundo
tiene una trayectoria circular, que todo vuelve aunque haya cogido un tren
dirección al fin del mundo. Que el miedo se pasa pero no para siempre, que la
palabra infinito tiene límites circulares
y es una mentira universal, igual que la palabra universo. Si Barcelona no fuera tan hostil cogería la bicicleta y
me iría a comprar todos los libros que hablan de amor, pero de ese amor que
vuelve siempre para matar a todos con la ironía del sinsentido.
Hoy
me han dicho que el polen cuando se moja parece pintura y que con el pigmento
de los árboles nos haremos una cabaña en el ciprés de un cementerio de muertos
por amor. Pero no estamos aquí para hablar de algo que no conocemos.
Escribimos
para sentir que hacemos algo (in)útil, para tener la ilusión de que vaciamos el
infinito que da vueltas en nuestra cabeza y que encuentra una calle sin salida en cada esquina que
dobla.
Hoy
me han dicho que cualquier ortografía pasada fue mujer mejor, pero yo no
me lo creo, amor debería escribirse
con h- porque entra sin hacer ruido y sale de un portazo haciendo eco en cada ventana. Pero no estamos aquí para
hablar de algo que no conocemos.
Leemos
porque tenemos la sensación de que de esa forma no nos faltan amigos, pero
olvidamos que en cada libro hay varios enemigos.
Hoy
he leído que el tiempo lo cura todo pero también he leído que todo vuelve y que
el tango no se baila sólo una vez.
Me
gustaría que en mi cama cupiera una maleta para viajar con todos los libros del
mundo, pero pensándolo bien no los necesito porque las historias se escriben
solas en cada costura de nuestro cuerpo.
Hoy
me ha entrado hambre de letras pero he pensado que ya se calmará y que, de
todas formas, la mejor manera de leer es releyendo. Releyendo y uniendo las
pecas de Venus en una constelación infinita que en realidad no lo es tanto
puesto que lleva el nombre de una sola estrella.
Hoy
he oído que la gula es un pecado capital y la mejor absolución, leer hasta el
infinito.