domingo, 15 de abril de 2012

viernes, 13 de abril de 2012

     Tengo ganas de no tener ganas de nada. Y tengo ganas de no tener ganas de nada porque llevo ya unos días teniendo muchas ganas y no consigo saber de qué. No hay nada que me frustre más que eso, saber que quiero algo y no tener ni idea de qué. No logro descifrar las pistas que me da mi desgastada cabecita. No sé si es piel lo que necesito, y no sé que piel necesitaría. No sé si son unas manos que se entrelacen con las mías. No sé si quiero dos edredones o me conformo con la manta. No entiendo. No sé que quieres, Clara. ¿De qué narices (o nariz) tienes ganas? ¿Qué infusión necesitas? Deja de tener ganas de todo y de nada a la vez y deja de tener miedo a saber qué es lo que te apetece en estos momentos. Eso es lo único que te pasa, que tienes miedo de tener ganas y de equivocarte y de arrepentirte al instante. Qué fácil es decirte a ti misma 'déjate llevar, improvisa, no pienses'. Y qué difícil es después enmendar los errores que cometes por no pensar, o a veces por pensar demasiado. No existe término medio. Y yo no sé qué extremo elegir. No sé si tengo ganas de mucho o de poco. No sé ni de qué color. Lo único que sé es que ya está bien, ya basta de querer siempre algo y de calentarme la cabeza a mí  misma y a los demás. Ya. Se acabó de tener ganas. Y de marear al mundo y poner todo del verrés y volverlo a montar del derecho. Clara, sacúdete el pelo y confórmate con lo que hay en el plato por una vez.

No sé si el mundo está al verrés o soy yo la que está cabeza abajo.

domingo, 8 de abril de 2012

Me corten la lengua.

Que si la noche se estaba encuerando no fue para verme 
Lo que quería es cincuenta y la cama ¿con quién?, daba igual 
Con troncos viejos que con calaveras, que esconden los dientes 
Con dedos largos que nadie les queda para señalar 
Con los muñones que escriben derecho en renglones torcidos 
Con el olvido que siempre se acuerda de resucitar, 
Con los relojes que me echan las cuentas y no han entendido 



Que no me he rendido, QUISE FRACASAR. 


martes, 3 de abril de 2012

     A veces pasa que estás mucho tiempo sin escribir y después te viene la inspiración y estarías todo el día agarrada al lápiz. No es mi caso. Pero sí que llevo días pensando en escribir algo que probablemente sorprenda a quienes me conocen porque no suelo ser muy afectiva, pero creo que estas cosas hay que ir diciéndolas de vez en cuando. No quiero darle más importancia de la que se merece, pero entended que no acostumbro a contar ciertas facetas de mi ser/persona/bicho/loquesea.

     Bueno, el caso es que estábamos mi cabeza, mi cuerpo redondeado y yo el otro día en un cacharro que se hacía llamar autobús (digo que 'se hacía llamar' porque realmente era más estrecho que los autobuses corrientes. Aunque puede ser que la que esté más ancha sea yo...). Estábamos mis extremidades y yo pegadas a un asiento de terciopelo con la cara cosida a una ventana con vistas a los campos castellanos, y en un momento dado se me ocurrió girar la cabeza. [Para entender esto habéis de saber que era un viaje de estudios con unas 60 personas gritando, riendo, roncando, vomitando y ya llevábamos unas 4 horas de las 7 que sumaban en total; así que os podéis imaginar lo divertida que estaba yo, que me gusta viajar en silencio.] Resumiendo. En medio de dicho caos estudiantil en el que yo intentaba no participar, me dio por despegar el cogote del respaldo y me atreví a mirar lo que se cocía en el autocar. En lugar de amargarme como había hecho las veces anteriores viendo el panorama que me esperaba, sólo me fijé en lo que tenía cerca. Resultó que tres de los bichos que más quiero en el mundomundial habían caído rendidos y dormían profundamente a mi alrededor. No les digo jamás una sola palabra cariñosa ni ellos me las dicen a mí, pero en aquél momento les habría dicho cualquier cosa.
   Qué ternura sentí al ver que bicho#1, que cunde más que cualquiera de los otros dos, se había quedado dormido como un tronco encima de mis pechos. Sé que puede sonar mal, pero se acopló a mi cuerpo como nunca antes lo había hecho y respiraba a la vez que yo.
   Qué ternura sentí al notar la cabeza de ajo de bicho#2 justo delante mío, con el asiento reclinado. Él, a quien una vez quise tanto y tan mal y quien ahora es incapaz de fijarme la vista y hablarme sin que le tiemble la voz.
   Y, por último, qué ternura sentí al reparar en la postura fetal de bicho#3, que en esa posición me recordó al niño que es, aunque se empeñe en demostrarse a sí mismo lo maduro que es en ciertas ocasiones.

     No sé por qué escribo esto, parezco la típica niña tonta, pero es que soy una niña tonta todavía y a veces vomito estas cosas. Aunque me arrepiento al instante, como me estoy arrepintiendo ya. De cualquier manera, este blog lo leen dos gatos y este texto probablemente sólo pueda entenderlo otro bichito de ojos saltones que mientras yo pensaba estas cosas en aquél autocar, jugaba al 'veo veo' y se reía más a gusto que un arbusto.

Bicho#2 y Clara

    En fin, prometo no volver a publicar este tipo de pastelosidades pastelosas. Pero bueno, hoy es martes, llueve, estoy sola en casa y he comido muchos helados.

domingo, 1 de abril de 2012

     Sé que hace días que no cuento nada por aquí, pero es que hace días que no tengo nada en la cabeza. Se me han volado las palabras y no puedo rellenar una hoja en blanco con más de una frase o dos. Todas mis entrañas se  han hecho un ovillo y han decidido colocarse entre el estómago y el pecho. Pesa bastante, pero vivo con ello. Sé perfectamente cuál es la razón de ese nudo, igual que sé que va a quedarse allí a vivir durante un tiempo.
Ayer me volví a traicionar a mí misma. Y esta vez no me lo perdono.




(Me he permitido robar la foto del Tumblr de una muchacha fantabulosa a la que me habría gustado conocer mejor. Os lo dejo aquí para que podáis disfrutar de su página como yo lo hago: http://tonightworlddies.tumblr.com)



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